martes, 21 de julio de 2009

Yo no me llamo Javier


"Yo no me llamo Javier" es el título de una canción de Los Toreros Muertos, grupo musical bastante efímero de finales de los ochenta del siglo pasado.
¡Cómo suena eso del siglo pasado!
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También podía haber titulado este comentario "La importancia de llamarse Ernesto" porque va de nombres.
Lo importante no es cómo te llames, lo importante es que no te cambien el nombre.
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Prácticamente todos los que leéis este blog sabéis que soy de Requena.
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Ciudad troposcientas veces leal, más veces si cabe noble y cantidad de fidel para con ciertos reyes que ha tenido esta nación y de ahí los privilegios.
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Es una ciudad, para mí siempre será un pueblo, mi pueblo, que a ojos de la gente puede resultar grande, pequeña, bonita, fea, simpática, desagradable, pero así es Requena.
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Y así lo atestiguan diferentes placas en otras tantas ciudades, éstas sí más grandes.
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Aquí en Valencia la calle de mi pueblo está muy cerquita del MUVIM (Museo Valenciano de la Ilustración y del Modernismo), y a espaldas de la delegación central de Hacienda, la temible sacaperras, pero que a mí me ha hecho la devolución en tres semanas.
Es una calle con poco tráfico pues no tiene continuidad, lo cual en el centro histórico ni es bueno ni malo, depende.
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En Madrid tampoco está mal situada, también cerca de la cultura y el poder, junto al Teatro Real y al Palacio de Oriente.
La calle es conocida porque de siempre ha sido la sede de Paradores, antes nacionales, ahora sin apellido, lejano ya el día en que los fundara Manuel Fraga Iribarne.
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Todo está claro y en orden, el pueblo se llama X y todo el mundo le llama X.
Pero ¿qué pasa si le llaman Y?
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Pues eso pasa con el pueblo de mi padre, Cercedilla, en la provincia de Madrid.
Va uno tan contento de visita por el Museo d’Orsay en París y de pronto te encuentras delante de un cuadro de Sorolla, don Joaquín Sorolla Bastida.
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Te acercas a la plaquita y te das cuenta que han cambiado el nombre al pueblo de tu padre, en vez de Cercedilla, para los franchutes es Cercedillo.
Y piensas- Cómo se lo diga a mi padreeee- así, arrastrando la e como hacen los niños pequeños.
Pero ahí me quedé, bueno ahí no, que nos fuimos a la Isla de San Luis.
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Esto del nombre puede parecer una tontería pero aquí en Valencia hemos tenido dos ejemplos hace poco sobre lo importante que es el nombre.
Desde hace años la izquierda catalanista ha estado dando la vara con el cambio de nombre de Villanueva de Castellón por uno inventado por ellos, Castelló de la Ribera. Hubo que llegar al Tribunal Supremo para que éste sentenciara que el correcto era el de toda la vida.
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El otro ejemplo es el de dos pueblos cercanos, Alfara de Algimia y Algimia de Alfara. Innumerables problemas con el reparto de correo, citaciones, envío de paquetes, etc, etc han obligado a uno de ellos, no sé cuál a cambiarse el nombre, que tampoco recuerdo, para poder distinguir uno de otro.
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Otro día pondré fotografías de placas de calles a las que he ido haciendo fotografías por el nombre, pero será a la vuelta de la esquina.

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