No hay verano en Nueva York sin su escapadita a The Hamptons, una zona costera muy cerquita de la gran manzana. Es, lo sabemos por el cine y la literatura, uno de los sitios donde veranea la gente con posibles, los ricos.
Los ricos muy ricos se van a Marthas Vineyard o a Newport, aunque ésta ha decaído bastante pero conserva unas mansiones impresionantes frente al mar.
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Pues tal fecha como hoy hace 10 años, allá, a The Hamptons nos fuimos mi hermana y yo a ver la zona y celebrar mi cumpleaños fuera de Nueva York.
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Cogimos el tren en Penn Station -¡qué pena que derribaran la antigua estación, y qué fea es la de ahora!- y nos fuimos allí a pasear por la orilla del mar, donde se podía.
El pueblo, lo que vimos no tiene nada de especial, porque lo interesante son las casas de recreo, las segundas residencias esparcidas por los alrededores del casco urbano.
Son difíciles de ver porque las casa espectaculares están en urbanizaciones cerradas o tapadas por altos muros, pero alguna vimos.
Y alguna que otra escuela interesante junto a la carretera hacia el mar.
Vimos dos clubes naúticos y una base militar junto a la costa. Playa, como la entendemos aquí, no.
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Lo mejor del día fue la hora del almuerzo en un bar de carretera donde nos deleitamos con unas ostras estupendas acompañadas por una botella de vino blanco fresquito.
Elegimos el bar porque no tenía mala pinta aunque nos tiraba hacia atrás, un poco, el que no hubiera ningún cliente. De todos modos, creo recordar que entrar, no llegamos a entrar, porque había mesas en la terraza y hacía buen tiempo.
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La sorpresa fue cuando empezó a llegar gente a por las ostras, para llevárselas o comerlas allí.
Luego dedujimos que el tal merendero tenía cierta fama en cuanto a las ostras que servía.
Desde luego a mí me supieron a gloria.
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Vueltos ya a Nueva York, aparecimos por la esquina de sureste de Central Park y pudimos observar que en la fachada del Hotel Plaza ondeaba nuestra bandera nacional, en el centro.
Evidentemente era un detalle que tenían conmigo.
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Lo que todavía me pregunto 10 años después es cómo llegaron a saber que ese día (hoy) era mi cumpleaños.
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¡Estos americanos!
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¡Mira tú, como Roberto Alcázar!
ResponderEliminar¡Ostras, Pedrín!
Bien buenas que estaban, y nada caras.
ResponderEliminarMe vino a la cabeza esa injuria a modo de frase aceptada socialmente en España y que reza: "Los americanos son tontos". Cada vez que la escucho, me entran ganas de volverme y contestar: "Claro, majo, y los listos sois vosotros, ¿no?".
ResponderEliminarHay un chauvinismo barato que parece nutrirse de llamar catetos y gordos a los yanquis, como si cuando uno pusiera el pie en las calles de aquí, se topara con híbridos entre Apolo y Einstein. ¡Qué patética resulta la soberbia de los ignorantes¡
Un saludo
Sí que estaban buenas, sí, doy fe de ello. Y ¡feliz cumpleaños!
ResponderEliminarFeliz cumpleaños atrasados, Caraguevo.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos.
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