El otro día hablaba de una paella nocturna que nos metimos entre pecho y espalda en casa de unos amigos. Pero hubo más, más y bueno, o rico, rico que dice el de la tele.
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Como acompañamiento previo del plato principal de la comida del sábado, que fue carne, hicimos -y no es plural mayestático, hicimos entre los tres, mi labor fue la más importante y no siempre valorada, la de dar conversación y estar al tanto de que el nivel en las copas no bajara peligrosamente- hicimos, digo, una frivolidad según receta de la señora de la casa.
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La frivolidad o aperitivo atendía al nombre de aceitunas con costra.
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No voy a dar la receta. Habed acudido a la convocatoria que se hizo en tiempo y forma en la sede social de la asociación de la urba, esto es, el bar, el Mirador.
Yo fui, yo estuve, aunque es verdad que no me enteré de la kedada, más listo, me autoinvité tres semanas antes.
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Bueno, volviendo a las cosas del comer, treinta, 30, XXX, aceitunas con costra, que estaban curiosas, elegantes, ¡xé, de categoría!.
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Después de esta grata sorpresa, y habiéndome agenciado la receta, repetimos la hazaña en otro casoplón, esta vez, en el de mi hermana.
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Actuó de cocinero Javier, mi sobrino el pequeño, y yo volví a desempeñar la parte más ingrata del proceso, todo el trabajo de dar conversación, leer y explicar la receta, beberme la cerveza, mi sobrino no, obviamente, y dar buena cuenta de las aceitunas sobrantes, eso sí esta vez, a medias con mi sobrino.
Hubo un ligero contratiempo con el uso compartido del horno pero ello no fue obstáculo para que la experiencia gastrónomica culminara con éxito.
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Y para que quede constancia de todo ello aquí va una fotografía del resultado, con las aceitunas con costra doraditas después de su paso por el horno.
No sobró ninguna, y eso que esta vez, al ser más, hicimos 60, el doble.
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Yo soy un tipo sencillo, así que esta noche, me contenté con un par de pizzas de Dr. Oetker (reforzadas con más mozzarela, ají molido y orégano), y una botella de Bordeaux, mientras veía el fútbol en casa de mi primo. En cuanto a las aceitunas, las que más me gustan, son esas que vienen partidas.
ResponderEliminarUn saludo
Buena elección de aceitunas.
ResponderEliminarCuando lo he leído me ha venido a la memoria un día que entramos para cotillear en Zabars, un ultramarinos, un supermercado, una tienda de comestibles, como la quieras llamar que hay en Nueva York, en Broadway con la calle 80. Alucinante la variedad de aceitunas que tienen allí, y provenientes de todos los lugares: españolas, italianas, griegas, libanesas.
Una verdadera sorpresa.
Y claro, estando en el barrio donde está, por supuesto tienen comida Kosher.
Un saludo.
Gracias por la información sobre las aceitunas en Nueva York, porque durante mi estancia en Los Angeles este verano, no he podido comer aceitunas en la medida en que me hubiese gustado. Eso sí, una tarde-noche que cenamos en casa de unos amigos, descendientes de los judíos expulsados de España, el menú con que nos obsequiaron era a base de comida típica de Israel y entre los manjares había aceitunas y pepinillos en vinagre; vamos, que me sentí como en casa tanto por la comida como por su hospitalidad, dicho sea de paso.
ResponderEliminarY felicita a tu sobrino Javier, las fotografías nos indican lo buenísimas que debían estar.
En Buenos Aires, hay cafeterías Kosher.
ResponderEliminarAhí os dejo un enlace:
ResponderEliminarhttp://www.laescudilla.com/