por Sergio Vila-Sanjuán
Si un sello simboliza simboliza como ningún otro la revolución del libro del bolsillo en el siglo XX, ese es Penguin Books. Consiguió crear un mercado para obras de calidad a bajo precio, ampliando el público lector al tiempo que implantaba un sistema de trabajo, y una estética, enormemente influyentes en todo el mundo. Su impulsor, sir Allen Lane (1902-1970), ha pasado a la historia como uno de esos editores que justificaron el calificativo acuñado por Frederic Warburg: “un oficio de caballeros”.
Muy joven, Lane hizo una rápida carrera en la editorial dirigida por su tío John, The Bodley Head. La leyenda cuenta que tras un fin de semana en casa de Agatha Christie en Devon, fue al quiosco de la estación en busca de lectura para el trayecto de retorno, y solo encontró revistas populares y malas reediciones de novelas victorianas. Fue entonces cuando decidió dar su paso adelante.
En realidad llevaba tiempo pensando que era momento de que los libros se pusieran a competir en igualdad de condiciones con los diarios y revistas. Si uno compraba por poco dinero la prensa en la estación de tren, o en los estancos y tiendas de comestibles de la época, ¿por qué no podía hacer lo mismo con una buena novela?
Lane y su colaborador V. K. Krishna Menon pusieron en marcha Penguin Books, como un sello de The Bodley Head, en verano de 1935, con los títulos Adiós a las armas de Ernest Hemingway, El misterioso caso de Styles de Agatha Christie y Ariel de André Maurois, a los que siguieron otros de Compton Mackenzie, Vita Sackville-West, Liam O’Flaherty o Dashiell Hammet, todos ellos publicados previamente por otros sellos en tapa dura. Se vendían al precio de seis peniques, que era lo que costaba entonces un paquete de tabaco. La secretaria de Lane propuso usar un pingüino para el logotipo, y el editor envió un dibujante al zoo de Londres para captar del natural una silueta del mamífero.
A pesar de la buena salida inicial, los accionistas de The Bodley Head no veían claro el proyecto, así que en 1936 Penguin se independizó, instalando sus oficinas en la cripta de una antigua iglesia en la londinense Marylebone Road. Uno de sus primeros éxitos fue convencer a los grandes almacenes Woolworth de que distribuyeran su producción. En menos de un año habían vendido tres millones de ejemplares.
Muy pronto la editorial se expande: en 1937 lanza Pelican Books, un sello de ensayo y pensamiento, que se abre con la Guía del socialismo y el capitalismo para la mujer inteligente, de Bernard Shaw. Con Pelican los responsables de Penguin se animaron a publicar directamente obras originales, y en este momento crucial de la historia europea, contribuyeron a concienciar al público inglés de los peligros del nazismo.
DECISIONES EN LA MESA
Muchas decisiones de aquella época fueron tomadas, según cuenta Jeremy Lewis en Penguin special. The life and times of Allen Lane, en el restaurante Barcelona de Beak Street. Lane se reunía allí una vez por semana con sus editores para valorar propuestas y decidir, en un ambiente informal y sin interrupciones, qué publicaban. Los originales se amontonaban sobre la mesa y el vino corría. Los enviados por candidatos a quienes se quería favorecer se dejaban en la parte de abajo de la pila, “en el sobreentendido de que cuantas más botellas hubieran caído, más favorable resultaría la decisión”.
En 1945 apareció Penguin Classics, con una nueva traducción al inglés de la Odisea, a la que siguieron cientos de títulos, desde los griegos hasta la literatura victoriana. Se les sumó una colección de arte, dirigida por Kenneth Clarke; otra de arquitectura, dirigida por Nikolaus Pevsner; Penguin Education, Penguin Poets, Penguin Plays, Penguin Handbooks y otras muchas hasta un centenar de líneas, tanto de recuperaciones como de títulos originales, dando al sello una extensión inigualada.
El aspecto gráfico fue determinante. Phil Baines, en Penguin by design. A cover story 1935-2005, ha repasado las cubiertas de la casa: las encontramos monocromas y policromas, de aire bauhausiano y neoclásicas, austeras como lápidas —durante mucho tiempo Allen se negó a colocar ilustraciones— o con la gracia hortera de los años 70… No todas cuentan con el famoso pingüino. Baines rescata series de libros infantiles, de clásicos o de obras teatrales en las que brilla por su ausencia.
La leyenda cuenta que Lane preguntó una vez quien era el mejor tipógrafo del mundo y mandó a sus colaboradores a ficharlo como fuera. Residía en Suiza, se llamaba Jan Tschichold y estableció unas reglas de composición que se mantuvieron vigentes durante décadas.
EL CASO LADY CHATTERLEY
Un hito en la trayectoria de la casa —y en la historia de la edición inglesa— fue el llamado “juicio de lady Chatterley”. A lo largo del siglo XX, Gran Bretaña había mantenido a raya la libertad de expresión en materia sexual con una legislación muy dura que databa de 1868. En los años cincuenta la actitud censora se recrudeció: decenas de miles de ejemplares de libros considerados obscenos fueron confiscados y destruidos, sin grandes distinciones entre la mera pornografía y las obras subidas de tono de autores importantes. D.H. Lawrence era uno de los más perseguidos, y de muchos de sus libros solo podían leerse ediciones censuradas. Penguin tenía en catálogo varias de sus obras, y en 1960 Allen Lane decidió lanzar una edición íntegra de El amante de Lady Chatterley, aprovechando el 30 aniversario de su muerte.
El editor y sus colaboradores confiaban en que, en caso de conflicto, les sería favorable la recientemente aprobada Obscene Publication Act. Esta normativa estipulaba que ante una sospecha de obscenidad la obra debía ser estudiada “en su integridad” (y no atendiendo solo a los pasajes “fuertes”). Y que si testigos expertos conseguían establecer que presentaba un valor de bien público “en el interés de la ciencia, literatura, arte o enseñanza”, podría publicarse. Los propios editores pusieron en manos de Scotland Yard una primera versión restringida, de unas decenas de ejemplares (de este modo, si perdían, el quebranto económico sería mínimo), desencadenando el proceso.
La batalla movilizó al mundo intelectual británico, y figuras como Bertrand Russell, Huxley, Kingsley Amis o Stephen Spender se manifestaron a favor de la publicación íntegra (tan solo Enid Blyton se negó a hacerlo). El veredicto del jurado fue favorable. Penguin lanzó una primera edición paperback de 300.000 ejemplares, que alcanzaría sucesivas reediciones hasta los tres millones.
VIDA DESPUÉS DE LANE
La influencia de Penguin ha sido fundamental en el panorama editorial contemporáneo. Sellos como Anchor Books en EE.UU. o Alianza Editorial en España son impensables sin su precedente.
Desde 1961 la compañía Penguin cotizaba en la bolsa de Londres (a las acciones las llamaron “chatterleys”). Sir Allen Lane perdió paulatinamente peso en su interior, aunque seguía siendo una figura social, que figuró varios años en la lista de “ingleses más elegantes” de los años sesenta y disfrutaba de sus vacaciones de verano en la costa española, en su mansión El Fénix.
Sometida a distintos vaivenes financieros, la editorial fue adquirida por la multinacional Pearson en 1970, apenas seis semanas después de la muerte de su fundador. Entre 1978 y 1996 otro editor carismático, Peter Mayer, estuvo al frente de Penguin, remodelándola de arriba abajo.
Hoy, además de la británica, la división internacional de Penguin abarca compañías en Canadá, India, Sudáfrica y Arabia. Da trabajo a 4.000 trabajadores y factura 786 millones de libras al año. Contradice así al propio sir Allen, quien en 1969 estipulaba: “La edición es un negocio muy personal. Son muy pocas las editoriales que sobreviven a su creador manteniendo un carácter reconocible”.
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Interesante artículo sobre el nacimiento del libro de bolsillo tomado de la revista Mercurio.
Las negritas son mías.
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Gracias por traerlo Caraguevo. Muy interesante.
ResponderEliminarURUMO: Hay que ser fiel a los principios del blog: libros y belleza, dos peticiones de un amigo común.
ResponderEliminarUn saludo
Qué evidente resulta lo evidente... una vez que lo ha visto otro.
ResponderEliminarTe enlazo en la anotación que hice cuando Penguin cumplió 75 años (y dos días).
Un saludo.
Muchas gracias posodo, ya lo he visto. Traeré algún artículo más de esa revista.
ResponderEliminarUn saludo