lunes, 21 de enero de 2013

Libros que no voy a poder leer

Una de las consultas que siguen recibiendo con regularidad los empleados de las 70 bibliotecas de la Universidad de Harvard indaga si entre los 150 millones de objetos que guarda el complejo existe alguna copia de un libro titulado Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv), una obra de saberes arcanos cuya lectura conduce a la muerte inevitable, acaso precedida de locura. 

Los libreros, que en el fondo, según sospecho, desearían conducir a los curiosos a un ejemplar, suelen contestar con buena educación y humor alertando sobre el carácter ficticio de la obra, creada por el autor de cuentos y novelas H.P. Lovecraft y algunos de los escritores de su círculo de soñadores de entidades pretéritas que, de tan precisa que resulta la descripción que nos han legado, terminan pareciendo bichitos de fantaciencia japonesa para adornar estanterías de lofts hipsters: un pulpo montado en una estructura triangular, por ejemplo. 

Lovecraft, un tipo de mandíbula saliente que temía a todas las mujeres con la excepción de sus tías maternas y flirteó con peligrosos confabuladores que pretendían establecer un Reich en los EE UU, atribuyó el Necronomicón al poeta loco yemení Abdul Alhazred, dató la obra en torno al año 700 antes de nuestra era y situó ejemplares en cinco bibliotecas, cuatro reales y una que debería serlo, la universitaria de Miskatonic en lo menos deseable ciudad imaginada de Arkham.


SIGUE...

Leído en 20minutos.es a través de... ya no recuerdo

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