jueves, 4 de julio de 2013

Con Màxim cerramos la paraeta y nos vamos a París


La semana pasada fue la última sesión del Club de Lectura antes de vacaciones. Y le tocó clausurar la temporada a Màxim Huerta, que tenía que haber venido en diciembre y no pudo ser.

NOTA 1: Es posible que se me olvide alguna tilde en su nombre pero es que se me hace extraño que uno de Utiel se llame Màxim, ja, ja.

NOTA 2: Esta crónica contiene spoilers de la novela.

Hubo mucha asistencia pues Màxim congrega por igual a jovencitas y a más que maduritas, pues es el novio que todas quisieran para sus hijas o para sí mismas.

El autor tiene tablas y eso hace mucho a la hora de vender el libro y/o a sí mismo, que a veces no está clara la función del escritor en estos trances.

Se definió como lector genético por parte de madre.


Y empezó a hablar de su libro.

Encontró la tienda por pura casualidad, mientras paseaba haciendo tiempo para acudir a una reunión de amigos. Volvió al día siguiente, entró y habló con la propietaria.

A raíz del libro la tienda se ha convertido en lugar de visita para turistas españolas.

Preguntó mucho y leyó mucho para que los detalles y datos fueran exactos. Especial interés puso en que las telas, colores, diseños, modistos y pintores fueran reflejo de la época que se cuenta.

En el libro utiliza lo que denominó, no sé si se trata de un término literario, la técnica del espejo para las dos épocas, la actual de Teresa y la de los años treinta de Alice.
Buscó sitios de entonces que siguieran existiendo hoy en día aunque hubieran cambiado de uso. Aquí se le escapó un "¡Cuánto ZARA existe!"

En la editorial le dijeron que eliminara la parte de Teresa y dejara la visión del París antiguo pero él se negó, quería que el lector pudiera identificarse con la Teresa actual y llegar a la Alice del siglo pasado, hacer ese viaje en el tiempo.

La portada del libro es el hoy mirando hacia el ayer, con esas fotografías antiguas del escaparate, el reflejo es el juego del espejo mencionado antes.

El principio del libro, lento, está hecho a propósito para reflejar la sensación de hastío que tiene Teresa con la rutina gris de la fundación.

No quería caer en los tópcos de París y por eso no aparecen lugares emblemáticos de la ciudad.

Le costó mucho escribir la muerte de la madre de Alice pero no por exorcizar miedos propios.

Contó que en París le preguntaban por qué iba a París a buscar el color si es una ciudad gris, y aquí tengo que decir que quien se lo dijo tiene razón, si miras la ciudad desde las terrazas de Montmartre no ves color, cosa diferente ocurre en Londres a pesar de la niebla.

Una señora del público leyó varias citas del libro. lo que aprovechó Màxim para dar una primicia, en octubre sale una miniguía de París con los lugares y citas de la novela elegidos por los lectores.

Cuando le preguntaron si siente que su trabajo en televisión perjudica su trabajo como novelista comentó un artículo reciente de Almudena Grandes en el que criticaba a los que apareciendo en televisión se dedicaban a escribir libros. Le parece una muestra de clasismo cultural y lo dejó aquí elegantemente.

Le gusta hablar con los lectores de sus obras, prefiere este formato de club de lectura donde un porcentaje muy alto de los asistentes se ha leído la novela y señaló el caso de Oviedo que le llamó especialmente la atención por el alto índice de lectura.

En cuanto a las sesiones de firmas señaló una muy emotiva para él: en Pontevedra se dio cuenta que una señora iba dejando pasar a todo el mundo para ser la última. Cuando le tocó el turno le pidió que dedicara el libro a su madre que había fallecido la semana anterior y que hubiese ido con ella porque era una admiradora suya.
Mientras contaba esto se emocionó y tuvo que dejar de hablar dos veces.

Otra vez que se emocionó fue en la cafetería del museo de Tita Cervera en Málaga. Una camarera le reconoció y dio la casualidad de que tenía su libro con ella.
Le dijo que había sido anoréxica y drogadicta y que su libro le había ayudado a cambiar radicalmente como había hecho Teresa.
Màxim dijo que al principio, cuando la camarera se acercó y le pidió que le dedicara el libro, se sonrió no creyendo que esas muchacha, con esa pinta, leyera.
-Y es que todos tenemos prejuicios aunque no lo creamos -dijo.

Y aquí lo dejo hasta la vuelta del verano, que salvo error será con Lorenzo Silva y su premio Planeta.

Ah, no, no lo dejo, enlazo la excelente crítica del libro que hizo S. Cid en su blog y que analiza aspectos que confirmó el autor.

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