Felix Somary describe una escena escandalosa que se produjo durante la estancia de Max Weber en Viena, en el Café Landmann, frente a la universidad, entre él y Schumpeter, con quien normalmente lo relacionaba una alta estima recíproca:
En la conversación salió el tema de la Revolución rusa y Schumpeter se manifestó complacido, porque ahora el socialismo ya no quedaría en una mera discusión de papel, sino que tendría que demostrar su viabilidad. Weber, bastante, acalorado, declaró que el comunismo en su estado evolutivo ruso era un mero crimen [...]; su camino pasaría por un sufrimiento humano inaudito y acabaría en una catástrofe tremenda. "Puede ser -dijo Schumpeter- pero esto representará para nosotros un bonito laboratorio". "Un laboratorio con montones de cadáveres humanos", contestó weber furioso. "Lo mismo que cualquier departamento de anatomía",  replicó Schumpeter [...] Weber se encolerizaba cada vez más y alzaba la voz, Schumpeter se volvía cada vez más sarcástico y bajaba la voz. Los demás comensales fueron interrumpiendo sus juegos y escuchaban con curiosidad, hasta que Weber se levantó bruscamente y salió corriendo a la Ringstrasse, exclamando "¡esto es intolerable".
Joachim Radkar: Max Weber. La pasión del pensamiento. Fondo de Cultura Económica de México, 2011. Páginas 913 y 914
La anécdota me ha recordado una camiseta que una vez tuve:

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¡Y sigue habiendo gente que cree en el comunismo!