lunes, 10 de mayo de 2010

Una pérdida sin vuelta atrás

Una de las paradas obligatorias en Madrid -casi, casi al nivel del Museo del Prado- es Casa Alberto, que desde 1827 se mantiene abierta en el mismo edificio donde vivió Cervantes.
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Está situada en la calle Huertas, en el centro del barrio de las Letras, a dos pasos de la Plaza de Santa Ana, y en el mismo camino a uno y medio de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, y que he tenido oportunidad de visitar, difícil empresa, en el último viaje a los Madriles.
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Y habiendo dicho lo anterior sobre Casa Alberto, está claro que allá que me fui.
Nada más franquear la puerta vi un detalle que no me gustó nada.
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Han cubierto con un vidrio la pila donde caía el agua de un grifo que estaba permanentemente abierto.
En esa pila de estaño, unida a la barra, se mantenían frescos los vasos de vermut, preparados para su servicio.
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Ahora el grifo no existe, con él ha desaparecido el característico sonido del agua, pero también ha desaparecido mucho del encanto de la casa.
La justificación que me dieron es que cada dos por tres había que sellar las roturas de la lámina metálica y la filtración del agua estaba dañando seriamente la madera que hay bajo la barra.
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Todo muy razonado. Pero Casa Alberto ya no es lo que era.
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