EL CULTURAL traía el pasado viernes un artículo muy interesante sobre el paso del rollo al códice.
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En la antigüedad clásica, el rollo era el formato de libro preferido y lo más avanzado en tecnología de información. Consistía básicamente en una larga y enrollada pieza de papel o de pergamino. Para su lectura, se desenrollaba poco a poco exponiendo de una vez un fragmento de texto. Una vez leído, se volvía a enrollar de la forma adecuada, de una manera bastante parecida a la de otro medio ya obsoleto: la cinta de vídeo. La lengua inglesa sigue salpicada de palabras procedentes de aquella era. La primera hoja de un rollo, que recogía información sobre dónde se había confeccionado, recibía el nombre de “protocolo”, y para explicar por qué en ocasiones llamamos “volúmenes” a los libros debemos remitirnos a la raíz del término volumen, volvere, dar vueltas, precisamente lo que se hacía para leer un rollo.
El rollo era el formato de prestigio, utilizándose únicamente para obras de importancia, como textos sagrados, documentos legales, historia, literatura. Para anotar la lista de la compra o sus cálculos algebraicos los ciudadanos del mundo antiguo escribían sobre unas tabletas o tablillas de madera enceradas, valiéndose para ello de un instrumento puntiagudo llamado stilus. Las tablillas se empleaban para los textos desechables (el stilus tenía también un extremo romo, con el que aplastar y aplanar la cera al terminar de escribir).
En algún momento alguien tuvo la genial idea de ensartar unas cuantas tablillas en un fajo, que luego serían sustituidas por hojas de pergamino dando así lugar, probablemente, al nacimiento del códice. Pero nadie se dio cuenta de lo brillante de aquella invención hasta que un grupo muy interesante de personas de ideas radicales la adoptó poniéndola al servicio de sus propios fines. Esas gentes se conocen hoy como cristianos y recurrieron al códice como vehículo para difundir la Biblia.
El códice, más compacto y barato
Una de las razones de que el códice gustara a aquellos cristianos primitivos fue que les ayudaba a diferenciarse de los judíos, que conservaron (y todavía conservan) sus textos sagrados en forma de rollo. Pero tuvo también que haber algún cristiano particularmente despierto que identificara el códice como una forma de tecnología de información enormemente poderosa: compacta y muy fácil de transportar y de ocultar. El códice era también barato -era posible escribir en las dos caras de las páginas, con el consiguiente ahorro de papel- y en él cabían más palabras que en un rollo. Y la biblia era un libro extenso.
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El artículo se puede ver completo pinchando el enlace del principio.
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La anécdota entre judíos y cristianos la conté en la comida para que mi sobrino el pequeño la contara en la clase de Religión. Le tengo que preguntar si la contó o no.
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2 comentarios:
¡¡¡Estas entradas sí que son buenas!!!
Me ha encantado. Por fin me das alguna alegría.
Gracias.
;-)
¡Cómo se han puesto las chicas al leer tu comentario!
Las chicas de los cumples, de los Me gusta leer, de los Me gusta el café, y de las vistas espectaculares dicen que ellas también son buenas. Y no son un rollo.
Yo, no digo nada.
Sólo digo que me alegra tu alegría.
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