-Seguro que no ha leído usted un libro clave, La Revolución francesa, de Pierre Gaxotte.
-Pues claro, me lo prestó usted hace cinco años diciéndome lo mismo que ahora. -¿Y me lo devolvió?
-Sí, se lo devolví.
-Cometió usted un error, mi querido amigo, no aprenderá nunca. No se deben devolver los libros que a uno le prestan. Sería demostrar poco interés por la obra prestada. Fíjese usted, tengo a orgullo no haber devuelto a lo largo de toda mi vida uno solo de los libros que me han prestado. Tampoco, por cierto, hay que ser tan panoli de andar prestando libros. Salvo a personas pías que los devuelven, como Dodero o usted, lo mejor es dar largas o hacerse el sueco, que hay muchos cabrones a los que prestas un libro y luego no lo devuelven. Por otra parte, querido Anson, no se fíe usted nunca de los amigos que devuelven los libros prestados. Son gente rara en los que no se puede tener confianza.
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Extracto de la página de Luis María Anson/Ansón -esta semana no sé cómo toca pronunciarlo- el pasado viernes en EL CULTURAL.
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NOTA: Las negritas del texto aparecen en la versión digital de internet, no así en la impresa en papel.
Interesante diferencia.
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2 comentarios:
En el canto de una librería de obra que tengo en mi cuarto, pegué con celo el siguiente cartelito: "En esta casa no se prestan libros". Por algo que se me escapa, todavía hay ilusos que me los piden. Con nulas perspectivas de éxito, claro.
Un saludo
Je, je, yo obligo a que se los lleven.
El otro día estaba contento porque tenía espacio en un estante para la previsible llegada de los libros navideños y me devolvieron unos cuantos que había prestado.
Mi gozo en un pozo.
Desapareció el poco estante libre que quedaba y aún quedan libros por poner.
Un saludo
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