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Al llegar a la casa pude ver a Paris Hilton limpiando la piscina.
Le ayudaba Katie Cassidy, que no sé quién es, y su modelito no era tan mono para la ocasión como el Paris.
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.Aquello prometía, pero al salir de la casa después de dejar la maleta, el baño de ensueño se había convertido en un sueño de baño.
Ni Paris ni Katie, ni siquiera uno de sus zapatitos para poder buscarlas.
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En su lugar una tortuga.
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Una tortuga que no decía nada más que la temperatura del agua.
Decía que el agua estaba caliente, pero sin Paris el ambiente se había enfriado de golpe.
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Dicen que París bien vale una misa. Nada, todo mentiras, fui el domingo y a la vuelta allí seguía la tortuga, sin rastro de la intelectual rubia.
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De la iglesia ya hablaremos otro día. Y de aparcar a 10 km (+IVA) de la puerta de la iglesia también.
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2 comentarios:
¡Ah! Pues yo sí estuve leyendo de Paris... el príncipe troyano, claro.
Yo estoy a salvo de ellos, los troyanos porque tengo un antivirus muy bueno.
Un saludo
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