ETA: matarnos o cobrar por no matarnos
Esta es la España de la paz que nos ha dejado el ínclito Zapatero.
En la carrera de penalizaciones que es la política, Rajoy afrontó el lastre de ser un elegido a dedo, antepuesto a dos candidatos muy valorados por los votantes del PP (uno de ellos hoy desprestigiado por la crisis), con quienes aún se le compara desdeñosamente. A continuación le tocaría vivir las apocalípticas jornadas 11M-14M, sobre las que todo lo decible es poco.
Llegado por esa senda tenebrosa a su puesto de jefe de la oposición, Rajoy eludió el revanchismo victimista y emprendió la tarea de modernizar la derecha española, cosa que hoy se tiende a olvidar. A día de hoy el PP es un partido tolerante comparable a los partidos conservadores occidentales. Por poner un ejemplo, la discrepancia entre los ministros Montoro y Soria sobre la reforma energética es un síntoma saludable de la actitud dialogante que hay en este Gabinete. Sin embargo, los casi 11 millones de votantes del PP están seriamente decepcionados con la inoperancia de Rajoy en el frente nacional.
No en vano 10.000 peperos se han dado de baja para afiliarse al nuevo partido de Mario Conde. El presidente habla con frecuencia de las verdaderas prioridades de España, pero parece olvidar la redención moral que necesitan, ahora más que nunca, quienes han puesto su confianza en él. Es sabido que Rajoy ha dado al PP orden de contemporizar porque su objetivo número uno es sacar a este país de la crisis, pero su política antiterrorista es imperdonable. En economía España va a rebufo de la UE, mientras en política nacional, donde el presidente tiene experiencia como ex ministro del Interior, ha optado por una apática continuidad con el Gobierno de Zapatero.
La deshonrosa paz pactada por Rubalcaba con los terroristas consiste en dar a ETA todo lo que pide a cambio que deje de cometer asesinatos. Los matarifes vascos plantean dos posibilidades, aceptadas por todos los presidentes españoles menos Aznar: matarnos o cobrar por dejar de matarnos.
Heredero de esta paz innoble a la que hemos llegado por la vía del deshonor, Rajoy está ahora en la tesitura de garantizar esa paz al tiempo que se aplica estrictamente la Ley. En el caso del etarra Uribetxeberría Bolinaga, no había necesidad alguna de excarcelarlo por su condición de enfermo. Cuando el ministro del Interior asegura que no concederle el tercer grado habría sido prevaricar, miente. En un país como España, donde la politización del estamento judicial es flagrante, resulta doloroso oír a Fernández Díaz alabar con tono engolado el imperio de la Ley y la grandeza del Estado de Derecho.
Para colmo de desgracias, un informe forense de la Audiencia Nacional certifica que el terrorista Uribetxeberria no está en fase terminal, motivo que se adujo para tramitar su liberación, sino que sólo presenta síntomas leves del cáncer que padece. Entre tanto, siete víctimas de ETA amenazan con una huelga de hambre en caso de que el asesino sea liberado. Esta es la España de la paz que nos ha dejado el ínclito Zapatero.
Gabriela Bustelo
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