(...)
Caminando por donde me señalaron, y pon agua por todas partes, llegué a una plaza con palomos muy grande y pulida, con la marina a la vista otra vez y un iglesión largo allí a un lado, de techos así redondos como pompas pero con puntas y cristos, mucha filigrana doradilla, y en medio pinturas de santos, unos caballos muy hermosos encima de las puertas, en estatua, y la torre de la iglesia aparte.
2 comentarios:
...espero que lo disfrutes...como también espero tu comentario, libre como sátiro entre bellas y libros ;--)
URUMO: Por ahora va bien. A ver si me da tiempo a traerlo antes de cerrar el chiringuito la semana que viene, si no me distraen las vecinas de la terraza, claro.
Un saludo.
Publicar un comentario