Es una novela con cinco protagonistas cuyas historias cruzan fronteras y crean laberintos emocionales para quienes no buscan respuestas sino formas de supervivencia. La seducción del gintonic nos invita a situarnos en un espacio singular. Los personajes que protagonizan el relato viven, voluntariamente o por obligación, en territorios ajenos que los sitúan en el incómodo lugar del “otro”. El mosaico de experiencias que recoge el relato nos habla de los conflictos y las oportunidades que conforman el tejido de la globalización en el mundo actual. Pasiones, frustraciones, amistades, relaciones profesionales y familiares se desgranan como imágenes de un caleidoscopio a través de personajes que se contemplan a sí mismos bajo la mirada de los demás.
Cinco vidas, cinco periplos conforman una sola historia poliédrica basada en hechos reales que integra en una visión con diversos registros la forma como se producen esas encrucijadas fundamentales a partir de las cuales cambia el destino de una persona.
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Hace dos años leí la primera novela de Eugenia Tusquets, El cuadro perdido de Picasso, y ahora toca la segunda, por una vez leo las novelas por orden, aunque son independientes, no tienen nada que ver.
Esta vez la autora no nos cuenta la historia de un cuadro, nos relata las vidas de cinco mujeres que se cruzan entre sí en San Francisco. Y no, no es Eugenia la que relata, es cada una de las mujeres la que relata la vida de otra de ellas, en una original combinación.
La búsqueda de la felicidad, simple, difícil y complicada tarea para toda una vida.
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Me gustan las obras de esta mujer, Eugenia Tusquets.
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