Uno de los elementos más interesantes de la visita al Museo de Bellas Artes San Pío V es el patio del palacio del Embajador Vich.
Aquí va un poco de su historia, tomada de la página web del museo con unas fotografías que tomé hace unos meses.
El Museo de Bellas Artes de Valencia, tras concluir la instalación museográfica de los mármoles del patio del palacio del Embajador Vich, ha recuperado para la memoria colectiva este significativo conjunto del Renacimiento hispánico, virtualmente desconocido todavía por la crítica y el público.
El noble valenciano don Jerónimo Vich y Vallterra (1459-1534), embajador del rey Fernando el Católico ante la Santa Sede y más tarde de Carlos I, participó activamente en la política internacional en los pontificados de Julio II y Leon X y asistió de forma privilegiada, desde su llegada a Roma en 1507 hasta su regreso a Valencia en 1521, a uno de los períodos más esplendorosos y fecundos de la historia del arte occidental.
De Roma, Jerónimo Vich trajo importantes pinturas, destacando entre ellas varias de Sebastiano del Piombo que marcaron un punto de inflexión en el panorama pictórico valenciano sobre todo de Vicent Macip, Joan de Joanes o Francisco Ribalta, por citar sólo unos cuantos autores. La labor de mecenazgo de Jerónimo Vich y su sensibilidad artística, tan afín a las novedades del Renacimiento en Italia, se manifiestan particularmente con el cortile (de elegantes columnas clásicas, capiteles de fina labra, arcos, cornisas y frontones) que mandó hacer para su palacio en Valencia hacia 1527. La introducción novedosa y temprana de este vocabulario clasicista del primer Renacimiento en España comparte protagonismo con el patio del castillo de Vélez Blanco (Almería), actualmente conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York, y el patio del castillo de La Calahorra (Granada).
Con el derribo del Palacio Vich en 1859, la Academia de San Carlos se encargó del desplazamiento de los mármoles al antiguo convento del Carmen, sede entonces del Museo de Bellas Artes. En 1909 se procedió, con una parte de las piezas, a una instalación museográfica en el antiguo refectorio y aula capitular de dicho convento bajo proyecto de los arquitectos Luis Ferreres y Francisco Almenar. El resto de las piezas marmóreas del desaparecido patio se llevaron, pasada la Guerra Civil española, al que fue Colegio Seminario de San Pío V, nueva sede desde 1946 del Museo.
El olvido de la importancia capital de este conjunto arquitectónico del Renacimiento hispano y las circunstancias históricas que provocaron la dispersión de sus piezas se subsanó finalmente en el otoño de 2006 con la instalación definitiva del patio en el Museo de Bellas Artes, convirtiéndose en uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad de Valencia, que permite de nuevo y tras muchos años apreciar de forma clara sus valores.
Poco a poco este museo vuelve a recuperar, si es que alguna vez la perdió, la consideración del museo complementario al del Prado, que es mucho decir.
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