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En un barrio de Hannóver llamado Bothfeld, el otro día, yendo por pan, me sorprendió ver a dos mujeres paradas delante de un armario. El armario era una vitrina con cuatro portezuelas a cada lado. Estaba en la acera, a la sombra de un plátano frondoso. Sobre sus baldas se apretaba un centenar de libros de distintas clases: novelas, cuentos infantiles, jardinería... Me entretuve leyendo las instrucciones. De día o de noche quien quiera puede llevarse un libro y más adelante devolverlo o sustituirlo por otro de su propiedad. Puede usted retenerlo el tiempo que juzgue oportuno, pero piense que quizá a otras personas también les gustaría leerlo. Si desea meter libros suyos en el armario, por favor no más de los que quepan dentro. Y al final un lema: Los libros alegran. A la vuelta de la panadería saqué una biografía algo desgastada de Robert Schumann. Por la tarde introduje un ejemplar en edición de bolsillo de Miguel Delibes, el único libro en lengua española dentro del armario. Ayer comprobé que se lo habían llevado. No me quito de la cabeza que tengo un amigo al que no conozco.
.Pan de higo de Fernando Aramburu en EL CULTURAL
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Cuando lo he leído me he acordado que hace años en el tebeo Tío Vivo había un personaje que se llamaba Agamenón, el más bruto, y su abuela salía diciendo siempre la misma coletilla: "Igualico, igualico que el difunto de su agüelico".
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Hacemos eso aquí en España y los libros y el armario no duran ni diez minutos, se los llevan, los rompen o les pegan fuego en un abrir y cerrar de ojos.
Hacemos eso aquí en España y los libros y el armario no duran ni diez minutos, se los llevan, los rompen o les pegan fuego en un abrir y cerrar de ojos.
¡Vamos, anda!
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Pongo un enlace a un blog, Lady Filstrup, por si alguien quiere saber más de este personaje de tebeo, y nunca mejor dicho.
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