Organizado con El Cuaderno Rojo, y con motivo de las publicaciones en distintos formatos de "Venganza de sangre", de Sebastián Roa, "Devotio, los enemigos de César" de Gabriel Castelló y "El Señor de Lordemanos" de Miguel Badal, organizamos esta mesa redonda y desenfadada, donde correrán abundantes las palabras y la bebida, ya que podréis consumir todas las que queráis en nuestro Happy hour (2x1 en bebidas durante el evento).
En la tertulia, abierta a todos los presentes, los autores nos hablarán de su visión de la novela histórica y sus distintas experiencias de publicación recientes.
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Ayer acudí a Bibliocafé después de varias semanas. Había recibido una invitación de José Luis, alma de ese bendito antro, a través de feisbuk, de donde he tomado el cartel, la convocatoria y la foto, e hice lo posible para estar allí.
Y mereció la pena.
No conocía a ninguno de los tres escritores, sólo del primero, Sebastián Roa, tenía alguna referencia de su novela Venganza de sangre, pero sólo eso.
Por cierto, antes de que se me olvide: en la fotografía Sebastián está sentado a la izquierda, a su izquierda está Gabriel y en el extremo derecho, detrás del cartel, Miguel.
Empezó fuerte el debate pues la primera cuestión que plantearon los escritores fue si la novela histórica debe entretener y a la vez enseñar.
El tendido estuvo dividido, hubo quien dijo que sí, que espera aprender de una época, un hecho, una persona al leer una novela histórica pero lo primero que tiene que tener es una buena trama que le atrape.
Hubo quien dijo que sólo quería que le entretuviera porque no podía conocer al autor del libro y se cuestionaba la fiabilidad del escritor.
Esta intervención dio paso a si el autor debe ser fiel a la historia o se puede permitir licencias. Los tres escritores fueron taxativos en este punto: el autor ha de ser veraz en lo que dice. Lo difícil, en esto también estuvieron de acuerdo, es dar con una trama interesante que se amolde a los hechos históricos.
Aquí Sebastián dijo que, después de varias novelas históricas, si tuviera que matar a un personaje histórico en una fecha diferente a la real por necesidades de su historia lo haría, y lo explicaría en una nota al final del libro.
Esto puso sobre la mesa el tema de las notas a pie de página. Hubo parte del público que las aborrecen y otra parte que las agradecen.
Otra escritora, Marta Querol, dijo que depende: Una nota sucinta se agradece, una nota que ocupa 3/4 partes de una página es mejor andarla al final del libro.
El escritor Santiago Álvarez, conocido de S. Cid, también estaba el detective Mejía, dijo que no concebimos las notas en una novela negra y sí en una histórica.
Y aquí se planteó la duda: ¿Qué es una novela histórica? Para una espectadora, que siempre aparece con sombrero, no es novela histórica cualquier obra que se desarrolle en una época anterior. No es novela histórica, según su opinión, ni Los pilares de la tierra, ni El nombre de la rosa.
Un profesor de secundaria contó su experiencia con un libro sin mucha base histórica, El código Da Vinci. Fue lectura durante dos año en su clase y en el viaje de fin de curso a París, siempre es a París, los alumnos se interesaban por la Gioconda al llegar al museo. Eso ocurrió los dos años que se tuvieron que leer esa novela.
Desde entonces pasan por delante del cuadro como pasan por los demás. Lo que quería explicar con este ejemplo es que siempre será mejor leer algo con fallos que no leer, y que aquel libro sirvió para que los alumnos preguntasen en el viaje.
Ante esto hubo gestos de desaprobación.
Hubo más cosas, pero sería otra historia, novelada o no.
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Lo de la cerveza.
José Luis, que no asistió por estar en el Feria del libro de mi pueblo, nos obsequió con un Happy Hour y tuvimos 2 bebidas al precio de una, lo que fomentó la intensidad del debate.
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Ayer acudí a Bibliocafé después de varias semanas. Había recibido una invitación de José Luis, alma de ese bendito antro, a través de feisbuk, de donde he tomado el cartel, la convocatoria y la foto, e hice lo posible para estar allí.
Y mereció la pena.
No conocía a ninguno de los tres escritores, sólo del primero, Sebastián Roa, tenía alguna referencia de su novela Venganza de sangre, pero sólo eso.
Por cierto, antes de que se me olvide: en la fotografía Sebastián está sentado a la izquierda, a su izquierda está Gabriel y en el extremo derecho, detrás del cartel, Miguel.
Empezó fuerte el debate pues la primera cuestión que plantearon los escritores fue si la novela histórica debe entretener y a la vez enseñar.
El tendido estuvo dividido, hubo quien dijo que sí, que espera aprender de una época, un hecho, una persona al leer una novela histórica pero lo primero que tiene que tener es una buena trama que le atrape.
Hubo quien dijo que sólo quería que le entretuviera porque no podía conocer al autor del libro y se cuestionaba la fiabilidad del escritor.
Esta intervención dio paso a si el autor debe ser fiel a la historia o se puede permitir licencias. Los tres escritores fueron taxativos en este punto: el autor ha de ser veraz en lo que dice. Lo difícil, en esto también estuvieron de acuerdo, es dar con una trama interesante que se amolde a los hechos históricos.
Aquí Sebastián dijo que, después de varias novelas históricas, si tuviera que matar a un personaje histórico en una fecha diferente a la real por necesidades de su historia lo haría, y lo explicaría en una nota al final del libro.
Esto puso sobre la mesa el tema de las notas a pie de página. Hubo parte del público que las aborrecen y otra parte que las agradecen.
Otra escritora, Marta Querol, dijo que depende: Una nota sucinta se agradece, una nota que ocupa 3/4 partes de una página es mejor andarla al final del libro.
El escritor Santiago Álvarez, conocido de S. Cid, también estaba el detective Mejía, dijo que no concebimos las notas en una novela negra y sí en una histórica.
Y aquí se planteó la duda: ¿Qué es una novela histórica? Para una espectadora, que siempre aparece con sombrero, no es novela histórica cualquier obra que se desarrolle en una época anterior. No es novela histórica, según su opinión, ni Los pilares de la tierra, ni El nombre de la rosa.
Un profesor de secundaria contó su experiencia con un libro sin mucha base histórica, El código Da Vinci. Fue lectura durante dos año en su clase y en el viaje de fin de curso a París, siempre es a París, los alumnos se interesaban por la Gioconda al llegar al museo. Eso ocurrió los dos años que se tuvieron que leer esa novela.
Desde entonces pasan por delante del cuadro como pasan por los demás. Lo que quería explicar con este ejemplo es que siempre será mejor leer algo con fallos que no leer, y que aquel libro sirvió para que los alumnos preguntasen en el viaje.
Ante esto hubo gestos de desaprobación.
Hubo más cosas, pero sería otra historia, novelada o no.
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Lo de la cerveza.
José Luis, que no asistió por estar en el Feria del libro de mi pueblo, nos obsequió con un Happy Hour y tuvimos 2 bebidas al precio de una, lo que fomentó la intensidad del debate.
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2 comentarios:
¿Un dos por uno y no me invitaste? ¡Ya te vale!
Respecto del autor del detective Mejía, eché un ojo a su blog ayer y hablaba de una conferencia a la que asistió en la que se hablaba de las manías, costumbres, modos de investigación, etc., de los escritores. Me gustó. De hecho, me hubiera encantado asistir a esa conferencia, como también haber podido asistir a ésta que tú cuentas... ¡¡¡y beberme una cervecita, leñe!!!
Lo que cuenta tu amigo Santiago es un taller literario donde cada sesión va un escritor. Lo del jueves fue más popular porque estuvo abierto al público.
Lo de la doble cervecita fue un detallazo, y si me tocó beberme yo las dos fue porque desdeñaste la invitación porque querías ir al Retiro a recoger unas firmitas en tus libros de Julio Verne (editorial Molino) de TU escritora favorita, la autora de El lector de Julio Verne.
Pero en las próximas convocatorias de estas mesas redondas, según dijeron habrá más, te volveré a avisar.
Un saludo ;-p
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