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No sé qué me pasa, pero no me concentro.
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Nada, no hay manera.
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Y eso que en un pasado viaje a Madrid me senté en la silla que lleva el nombre de Anatoli Karpov. Está en La posada de la villa, uno de los innumerables restaurantes de la Cava Baja, y uno de los más antiguos pues lleva abierto al público desde el siglo XVII.
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No se me debió pegar nada del Maestro.
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1 comentario:
O sí.
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