Interesante artículo de Teresa González Cortés en Vozpópuli titulado Mayo del 68, otro juguete roto:
Con los alborotos de “Mayo del 68” los muros de la Sorbona se llenaron de dibujos y grafitos. Y en una de las pintadas se leía: “Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo no me encuentro muy bien”. Jean-François Lyotard nos explicaría en su libro La condición posmoderna (1979) que eso no obedecía sino a la caída de los grandes relatos políticos. Sin embargo, la observación sobre la deriva de las ideologías se había originado mucho antes, al otro lado del Atlántico, en concreto a partir de los análisis del neoyorquino Daniel Bell que, al inicio de la década de los 60, ya insistía en las esclerotizadas concepciones ideológicas de Occidente.
¿Por qué se insiste románticamente (y con ardor de santoral) en el “Mayo de 68”? Si es por profesar un culto a las protestas, ahí están las de Berlín de 1953, las de Budapest de 1956, las de Praga de 1968, etc., protestas sobre las que, qué contradicción, se pasa de puntillas y clandestinamente en cumplido sigilo.
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