Una cosa es madrugar y estar allí antes de las diez esperando a que abran -para no coincidir con los de EL PAÍS bajo el brazo- y otra llegar dos días antes de su inauguración.
Pero no salí de vacío porque pude ver, con tranquilidad, la exposición DE GAUDÍ A PICASSO, exposición que se me había pasado por alto.
.Y merece la pena verla, y si puede ser sin gente, mejor.
Ayer comentaban en una tertulia de televisión el tema de ese mito falso de acercar la cultura al pueblo, cuando a mucha gente sólo le interesa la ópera o los museos para poder decir que ha estado allí.
Uno de los contertulios comentaba irónicamente, o así lo entendí yo, que... por ejemplo en Florencia, los turistas, en el peor sentido del término, se deberían quedar en la plaza de la Signoria o acercarse al río Arno y al Puente Vecchio pero dejar la Galería de los Uffizi a quien realmente le interese.
.
Es para meditarlo.
Todo esto venía a cuento de que la exposición hay que verla con tranquilidad
..
.
El único artista que he resaltado en negrita es Santiago Rusiñol porque me encantaron la mayoría de sus cuadros expuestos, sobre todo los tres que ilustran esta anotación: Café de Montmartre (1890), Entrada al cementerio de Soller durante la noche (1896) y Mercado de Valencia (1901).
Este último cuadro es curioso -aunque nadie de los pocos que estaban contemplando la exposición hizo el menor comentario- porque muestra la plaza del Mercado con la Lonja, los Santos Juanes pero no aparece todavía el Mercado Central a la izquierda. Ya sé que pictóricamente no añade ni quita calidad al cuadro pero como documento histórico es curioso, no diré importante.
.
Y además de Rusiñol hay que ver los trabajos de carpintería, cerrajería, marquetería, forja y cerámica de los diseños de Gaudí. Artesanía pura.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario